Y el barrio se hizo carne

Escrito por Euleon para De Tapas - ABC

Que levanten la mano los que estén hasta Latoya ( Jackson) de mangantes, vividores a costa del presupuesto, concejales mariscadores, paniaguayos (Robles dixit), trincantes y contrincantes de prejubilaciones no contributivas y concejales piqueteros. Vaya cuadro. Dan ganas de salir corriendo e irse...por los cerros, pero los nuestros los del Aguila. Esos barrios que son esencia viva de la sevillanía perdida. Donde no hay franquicias de cafeterías, de heladerías ni de tiendas pijas. Calles donde viven personas, no sociedades anónimas. Gente que se empeña a diario en vivir, en trabajar; gente que está emperrada en ser feliz.

Reconozco que me pierde el Cerro. Pasear por sus calles, ver su bullicio, sus tiendas, sus bares... y de entre ellos les traigo el Tío Curro.

Allí un matrimonio, patrimonio dela humanidad, Margari y Curro, tienen un bar en una casa baja de las antiguas del Cerro, de las de una planta. Un asador que tres calles más abajo te va cantando el género: huele a carnaca a churrasco y a carbón.

Lo de Curro es un sitio dónde se va cuando se necesita no sólo comer bien, que también, si no entrar en calor en todos los sentidos. Curro -palangana empedernido que mima a los béticos- ofrece su casa acogedora dentro, y explayada en los veladores fuera, con un cuadro explicito del barrio. Una cerámica de un águila posándose en un cerro de chacinas, queso y carnes. Modigliani, ¡te quieiyá!

Tiene una bodega medianita, pero un cervezón espectacular de frío. Imbatible su Cruzcampo. Perfecto para empezar con una ensaladilla de pollo y piña que tanto gustan a las niñas.

Curro es un personaje que se apunta a todo en el Cerro. Lo mismo ayuda a la cabalgata que a la cofradía. De hecho los cabildos de la Hermandad del Cerro suelen terminar allí.

Un montadito de secreto, el sevillano o sus bartolitos son buenos para la charla y la amistad. Los domingos no se cabe; allí hay más gente que en la academia de acordeonistas de Rumanía. Se forma cola para coger mesa en la calle. Tienen el clásico arrolito, pero sobre todo unas papas con choco para matarse.Yo con la carnes tengo un lema: carne con gusto no pica. Es decir: rehúyo las salsas que entiendo sirven para disfrazar un mal género. Pero la picante de Curro es de las que se cuentan las guindillas, para amantes de las emociones fuertes. No se olviden de sus quesos a la parrilla. De lo mejor que hay en la ciudad, una Latoya (Jackson) como una olla para los provolones que venden por ahí como manjares argentinos.

El churrasco te manda para la siesta sin puntilla. Tremenda su tarta de galletas y su orujo gallego que le trae un camionero en botellas de la Casera. Un detalle: su número de lotería de navidad pone pepsi al revés... ¿qué más, qué más ? ¡Ah, sí!, sus choricitos criollos o sus choripanes.